En la unión de Chihuahua, Durango y Coahuila se localiza uno de los puntos más enigmáticos de México.
Historias sobre la desaparición de aeronaves, de fenómenos extraños donde los aparatos electrónicos y las comunicaciones por radio son inútiles e incluso anécdotas de avistamientos de ovnis atraen a cientos de aventureros que desean adentrarse en el territorio de la llamada Zona del Silencio.
Pequeñas luces rojas
Aquellos que han tenido la fortuna de conocerla han quedado admirados por sus noches estrelladas. Cuando el cielo nocturno está despejado es fácil observar estrellas fugaces, o tener la impresión de que las constelaciones están mucho más cerca.
La bóveda celeste en su máximo esplendor tal vez ha sido una de las razones del surgimiento de los mitos locales. La claridad es tal que, en ocasiones, aparecen pequeñas luces rojas que atraviesan el firmamento a una velocidad considerable.
Para desgracia de los cazadores de fenómenos paranormales se trata de los satélites artificiales alrededor del planeta, y no una señal de naves.
La realidad es que la famosa región se ubica en la primera área natural protegida de México: Mapimí, creada en 1978 y auspiciada por la UNESCO y otras instituciones mexicanas.
Sus arenas resguardan fósiles marinos. Son los restos del mar de Thetis que alguna vez cubrió esta gran extensión de tierra.
La biodiversidad de este lugar desértico es su mayor tesoro. Existe una cantidad considerable de plantas y animales que habitan solamente en la región, como es el caso de tortugas de tierra, y cactáceas azules.
Honor a su nombre
Se le conoce como Zona del Silencio porque en ciertas áreas, menores a un kilómetro de diámetro, las ondas de radio no pueden ser transmitidas de forma normal. De acuerdo a los investigadores del Instituto de Ecología se debe a la presencia de campos magnéticos.
Es común que la comparen con otros sitios como el triángulo de las Bermudas, la zona alrededor de la pirámide de Gizeh, en Egipto, y las ciudades del Tíbet.
Todos los sitios anteriores están llenos de misticismo y son una meta para aquellos que creen en los flujos de energía. Curiosamente se ubican entre los paralelos 26 y 28, como es el caso de esta región del norte mexicano.
Para quienes desean visitarla se recomienda llegar a la ciudad de Durango, a cuatro horas del lugar, y contratar una empresa que lo lleve para acampar o andar en bicicleta.
Normalmente reciben grupos de más de cuatro personas, a quienes ofrecen un tour de dos días, con comida y hospedaje en casas de campaña.
Al ser un área protegida se les pide no extraer ninguna planta, animal, puntas de flecha, fósiles o restos arqueológicos.
Articulo por:
Omar Abrego
EL UNIVERSAL