Hubo un tiempo en el que los OVNIs y los supuestos extraterrestres que los pilotaban se presentaban como enviados cósmicos que venían a salvar a la humanidad.
Agosto de 1986. Aquel adolescente de casi 13 años nunca supo por qué decidió gastar parte de su paga -unas raquíticas 375 pesetas- en dos libros que parecían gritarle desde el escaparate de aquella librería ubicada en pleno centro de Guadarrama (Madrid). Podría haber empleado los duros en cosas más propias de su edad y de sus aficiones de entonces que, desde ese mismo día, dejaron de ocupar su tiempo libre…
Tampoco lo dedicaría más a correr: su sueño y objetivo de cara al futuro. En cuanto llegó septiembre, retornó de sus vacaciones en la sierra madrileña y tocó la hora de volver a calzarse las zapatillas para entrenar; pero decidió no volver a hacerlo nunca más. La culpa de todo aquello la tenía el contenido de aquellas obras. Uno de esos dos libros -a precio único, ambos en oferta- le cambió la vida para siempre.
Lo leyó en menos de 48 horas; marcó un antes y un después en su trayectoria vital. Le abrió los ojos a un mundo diferente y le puso en bandeja respuestas a grandes cuestiones frente a los dogmas que durante sus últimos años de vida le habían proporcionado sus profesores en un colegio de esos severos y duros; religioso, por supuesto.
Porque en aquel libro, titulado OVNIs: SOS a la humanidad, se demostraba que había algo intangible allí arriba, que los «no identificados» existían y, no sólo eso: venían hasta aquí para ayudarnos, y si fuera necesario para salvarnos. Que estaban próximos a Dios y que habían escogido a unos cuantos elegidos como contacto en la Tierra para dar a conocer sus hermosos mensajes de amor.
Que ellos, en definitiva, eran verdaderos ángeles. Eran, en suma, nuestros guías. La historia de aquel muchacho -quién sabe si el propio autor de estas líneas- es la misma historia que la experimentada en sus vidas por otros jóvenes y no tan jóvenes gracias a ese libro y a otros de corte similar durante aquellos años y anteriores.
Algunos de ellos, impactados ante el mundo que se abría, consagraron su vida a buscar pistas y pruebas de que esos seres existían, que eran reales y que venían hasta aquí en sus OVNIs para entregarnos un mensaje esperanzador y salvador, amén de mucho más sensato y lógico que el credo religioso propuesto por la Iglesia y sus «imanes» desde los púlpitos. Los hubo quienes intentaron establecer contacto directo con esos turistas espaciales; incluso algunos llegaron a conseguirlo y establecieron grupos en diversos puntos del mundo.
Pero entre ellos también había otros que enfocaron su vida hacia la investigación del misterio y, posteriormente, hacia el periodismo y la divulgación como vía de expresión para dar a conocer la «otra realidad».
¿Una nueva religión?
Cientos, quizá miles de personas en todo el mundo siguieron un camino similar entre los años setenta y los ochenta del pasado siglo. Durante años, encontraron en esa autopista hacia la Verdad las respuestas a grandes inquietudes: quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos…
Hoy, diez, veinte o treinta años después de aquel «despertar» muy pocos siguen atrapados en esa órbita y, quienes continúan estando en ella, se enfrentan al enigma desde una perspectiva bien diferente: han aparcado de forma voluntaria su adhesión al mensaje que «Ellos» traían desde las estrellas. En casi todos anida un sentimiento de decepción, especialmente con aquellos contactados que actuaban como mensajeros, y en parte, también, con esos visitantes cuyo discurso parece haberse muerto en el recuerdo. Muchos no saben -no sabemos- si fueron engañados por la ilusión o por otra serie de factores humanos.
Pero ésta y no otra es la historia personal de esta generación underground. Aquel libro en cuestión -OVNIs: SOS a la humanidad- fue escrito por un periodista navarro llamado J. J. Benítez. Aunque la obra vio la luz en 1975, desde tres años antes venía escribiendo aisladamente reportajes sobre los «no identificados» en su periódico de entonces, La Gaceta del Norte, que se editaba en Bilbao. Un buen día, una noticia de agencias que se refería a la existencia de un grupo de jóvenes peruanos que habían logrado entablar contacto con seres de lejanos mundos sirvió como reclamo a su director, que lo envió para entrevistar a aquellos limeños.
Al igual que le ocurrió a muchos de los lectores de su libro, lo que allí encontró hizo que su vida diera un vuelco. Escuchó a aquellos individuos explicar cómo establecieron contacto con «Ellos» mediante una técnica de corte espírita -la escritura automática- a través de la cual proporcionaban un mensaje esperanzador.
El periodista incluso tuvo su prueba: aquellos visitantes dijeron que aparecerían con sus OVNIs en el desierto de Chilca. Una cita en toda regla: hora, día y lugar fueron pactados. Y los «no identificados» surgieron en los cielos. Muchos de quienes leyeron su obra y eligieron el camino de la investigación -y no del contactismo- también vivieron experiencias similares cuando procuraban averiguar qué había detrás de aquellos individuos que aseguraban estar en contacto con «Ellos».
Fue un patrón que -dirigido o no por algo intangible- se repitió en muchos estudiosos, quién sabe si también en el caso de aquel adolescente del comienzo de este reportaje. Se generó una auténtica cascada de reacciones. Motu propio, en la mayor parte de los casos se organizaron hasta 600 grupos de personas que se adscribieron a la llamada «Misión RAMA» -«amar», pero escrito a la inversa, que fue el nombre elegido para su misión por los contactados peruanos- porque la ideología que se respiraba detrás de aquel asunto ofrecía respuestas internas y espirituales mucho más satisfactorias que las hasta entonces imperantes.
En muchos de aquellos grupos, algunos de sus miembros vivieron experiencias impactantes y reales. Sin embargo, con el paso de los años, el líder del movimiento, Sixto Paz Wells, se convirtió en un auténtico profesional del mensaje extraterrestre.
Que cobrara por sus conferencias, intervenciones televisivas y se dedicara exclusivamente a vivir de «ellos» decepcionó a sus seguidores que, además, sentían cómo el mensaje espiritual que abrazaban estaba inerte. No evolucionaba en ninguna dirección; pasaban los años, pero los seres de las estrellas no bajaban para salvarnos. «Muchas y bonitas palabras, sólo eso», pensaban. Por el camino, fueron abandonando su ilusión. Se creyeron engañados por los mensajeros que, además, decían venir de una luna de Júpiter que hoy ya sabemos que no alberga vida de ningún tipo.
La desaparición de contactismo
Hoy, Sixto Paz, sigue repitiendo el mismo discurso. No encandila a nadie. De los pocos seguidores que le quedan, algunos siguen agrupados por cuenta propia -pese a que oficialmente el grupo se disolvió a comienzos de los noventa- bajo la denominación de «Misión RAHMA», olvidando que la esencia del nombre era la expresión «amar», aunque escrita al revés. Por aquellos mismos años, otro grupo de corte similar provocó idénticas reacciones.
Se trataba de «Fraternidad Cósmica», liderado por un italiano de Sicilia llamado Eugenio Siragusa, quien había vivido un encuentro cercano con un OVNI y sus tripulantes, y que, posteriormente, estableció contacto con ellos de forma telepática. El mensaje de Siragusa era -aunque más agresivo- esencialmente el mismo que el de Sixto Paz. De idéntico modo, tanto en España como en otros países, se organizaron decenas de grupos. Entre sus miembros, algunos vivieron experiencias asombrosas pero la inmovilidad del líder y su posicionamiento como un verdadero imán acabó por decepcionar a todos sus seguidores.
Hoy, apenas los tiene; se han cansado de seguir esperando a los salvadores, hartos de que su líder los condujera en diversas ocasiones, incluso, a remotos parajes montañosos en donde se creían protegidos de cara a un inminente diluvio universal. La decepción pudo con ellos y con quienes desde un punto de vista exterior al colectivo confiaban en la pulcritud y realidad de aquellas vivencias. Revisar la página web del grupo es un camino hacia la incoherencia. Nada ha cambiado en décadas.
No hay nada nuevo. Sus seguidores más mediáticos están en otras lides e incluso casi ni prefieren hablar de un grupo que les entusiasmó pero cuyos «delirios» acabaron generando en ellos descrédito social. Parecida fue la historia de un suizo llamado Billy Meier. Vivía en los Alpes, en donde había logrado encontrarse con espectaculares OVNIs que pudo fotografiar al detalle.
El resto de la historia fue idéntica al de los casos anteriores: seguidores en todo el mundo y posterior decepción. Meier dejó de vivir experiencias -al igual que happy wheels demo le había ocurrido a Siragusa y Paz- y en su deseo por seguir siendo el eje de un movimiento mundial no sólo acabó haciendo un negocio de lo que hacía y decía, sino que incluso llegó a falsificar fotografias para mantenerse de actualidad o, cuanto menos, a confundir la realidad. Hoy vive en el mismo lugar -paradisiaco lugar alpino-, pero hasta sus dominios ya no llega nadie ávido de encontrar respuestas y vivir emociones intensas. En su página web aparecen las mismas fotografías de siempre -con más de 20 años de antigüedad- y el inamovible discurso mesiánico, por no hablar de su proclamada relación íntima con una extraterrestre, cuya historia contribuyó a hacer más increíble su historia.
En aquella época se organizaban excursiones para visitarlo. En una de ellas se encontraba Shirley MacLaine, la mítica actriz. Han olvidado su pregrinaje… En todos los casos, se dio la misma circunstancia: las experiencias dejaron de ser reales pero el mensaje se mantuvo sin variación, girando y girando sin conducir a las nuevas metas íntimas que deseaban sus seguidores, que primero se decepcionaron de sus líderes y, posteriormente, incluso de aquellos seres de las estrellas.
Sixto Paz, en una reciente entrevista, insistía en el mismo discurso pero era consciente de la decepción tras la disolución de su grupo: «Mucha gente reaccionó como si su religión se hubiera acabado y fue un shock para ellos porque se quedaron con la obligación de esforzarse por vivir su propia experiencia de manera independiente». Sin embargo, no fue eso lo que sucedió. Sixto Paz cobraba millones de pesetas de un programa de televisión cuando proclamaba a la vez que había que desapegarse del dinero y sometía a sus seguidores a una incesante obligación por atender su propio modus vivendi, fundamentado con conferencias aquí y allí, organizadas por sus grupos y pagadas por los integrantes de la nueva espiritualidad.
Y si a eso unimos que los visitantes dejaban de dar pruebas de su existencia… Al mismo tiempo surgieron numerosos investigadores del mundo de los OVNIs a partir del fenómeno mediático alrededor de los contactados y como consecuencia de exitosos libros sobre ellos. Eran personas a las que esa nueva espiritualidad dictada por los seres de las estrellas les condujo no a «convertirse al credo» sino a investigar y buscar respuestas. Muchos de ellos siguieron los mecanismos del periodismo especializado y se acercaron a los grupos de contactados como una herramienta más en sus pesquisas.
Hubo decepciones en muchos, como es el caso de Javier Esteban Aller o Juan Antonio Fernández Peris, a quienes todo aquello les hizo pasar del «bando» de los investigadores al bando de los escépticos. Participan en debates, escriben trabajos por Internet y libros con su lema por delante: «Los OVNIs no existen».
Y sin embargo, durante años pasaron con grupos de contacto noches al raso en la llanura o en la montaña esperando que esos «ángeles» convertidos en extraterrestres aparecieran y dieran pruebas de su presencia. Su decepción con el tema les hizo revertir sus posiciones. Otros, sin embargo, sintieron la misma desilusión pero encaminaron su trabajo hacia el periodismo de investigación y, en ocasiones, sobre temáticas distintas a las inicialmente asociadas con el mundo del misterio, curiosamente, con un denominador común: la denuncia social sobre injusticias económicas y políticas.
Un buen puñado de esos investigadores -entrevistaron a aquellos contactados, estudiaron sus experiencias y, en algunos casos, fueron acompañados a vivirlas… con éxito- entraron en el mundo de la ufología gracias a la esperanza que representaba el contactismo. En gran parte de ellos se dio un proceso parecido hacia el escepticismo moderado, en especial en relación a los movimientos en torno a los cuales comenzaron a trabajar. Descubrieron que la esperanza en los «visitantes» se traducía en poco positivo y que los grupos de contacto cada vez resultaban más irracionales.
La aparición de colectivos como «Misión Punta de Flecha» -tenían un árbol en una finca de Valencia que para ellos era una puerta dimensional para acceder a lejanos mundos- o individuos como Saulo Sabá -aseguraba ser Jesucristo- por no hablar de otros casos más delirantes -L. B. de Zaragoza, que alcanzó cierta notoriedad a finales de los ochenta y que contactaba con una luna de Júpiter que estaba bajo Inglaterra- acabaron por minar sus esperanzas y, en ocasiones, su antaño visión idealista de lo que representaba el fenómeno. No pocos se preguntaron si había algo de sentido en todo lo que vivieron.
Es más: se preguntaban si había algo de verdad. Todo se había vuelto demasiado ridículo… A día de hoy -salvo en casos de individuos concretos y aislados- ya no queda rastro del movimiento de contactados de antaño. El fenómeno OVNI, en cambio, sigue vivo, sigue presente en los cielos. Hay nuevos casos, nuevas evidencias, nuevos sucesos… Pero, sin lugar a dudas, ha habido un proceso de transformación tanto en el misterio en sí como en sus consecuencias sociales.
En anclaje al que llevó ese punto de «no retorno» en el contactismo provocó en gran parte que el misterio de los «no identificados» haya pasado a un segundo plano de actualidad. Al desaparecer el movimiento social que había detrás de las supuestas visitas extraterrestres, unido al empuje vocacional de muchos de quienes se encontraban en esa órbita, provocó en parte que el enigma dejara de ser apasionante para la humanidad.
Manipulación de creencias
Pero, ¿hay otra lectura? No pocos investigadores que han logrado superar la etapa de la decepción han buscado la respuesta. Quien más preclaro ha sido al respecto es el norteamericano de origen francés Jacques Valée, que escribió -antes incluso de que se produjera la crisis- un libro titulado Mensajeros del engaño. Venía a decir en esta obra que todas las lecturas aparentes que se extraían de la observación del enigma, así como los movimientos sociales generados a partir del mismo, podrían no ser más que una puesta en escena temporal e intencionada por parte de la inteligencia que opera detrás del fenómeno.
En cierto modo, los OVNIs mentían en la forma, pero no en el fondo. Aún con todo, siguió apostando -y sigue en la senda-, por una investigación entre científica y filosófica de los «no identificados». En resumidas cuentas: hay algo detrás del enigma que trasciende a situaciones temporales como la eclosión de los contactados o el interés social por el misterio. En su opinión, algo o alguien trata de manipular las creencias generadas a partir de los OVNIs.
En este sentido, investigadores como Kenneth Ring parecen haber topado con una parcela de respuesta. Tras estudiar -y no lo hizo un «don nadie», sino todo un doctor psicólogo de la Universidad de Connecticut- la vida de cientos de personas que habían vivido intensas experiencias con los «no identificados» identificó un patrón común en muchos de ellos: su vida interior cambió tras la vivencia.
Descubrió que se volvieron más comprometidos socialmente y que sus valores humanos crecieron. En suma, para ellos, la experiencia supuso un incremento en su conciencia. Lo comprobó de forma estadística y concluyó que determinadas vivencias relacionadas con los OVNIs en su interpretación más puramente extraterrestre -y otro tipo de vivencias paranormales- habían supuesto un despertar interno para cientos de miles de personas en todo el mundo.
Tanto es así, que alguien como Ring acabó por denominar a su iniciativa de investigación científica «Proyecto Omega», en alusión al hombre omega postulado por el teólogo Theirlard de Chardin, que denominaba así el nacimiento de una nueva era evolutiva. ¿Es quizá ese el objetivo final de las fuerzas que operaban tras aquellos movimientos?
El propio Sixto Paz lo decía, a propósito de sus propios seguidores, en una entrevista concedida a Karina Malpica: «Son personas diferentes y más conscientes, que viven con sus propias creencias y no necesariamente han seguido con el tema de los OVNIs… Esa etapa de su vida los marcó y los impulsó a hacer cosas que, en otras circunstancias no hubieran hecho». En esta ocasión, Sixto Paz sí fue atinado en su percepción, aplicable, incluso, al mundo de los investigadores. Decenas de personas que formaron parte de esos movimientos, y que se sintieron fascinados por «ellos», se introdujeron tras abandonar su «religión» en otra senda, a través de ONGs y organizaciones políticas…
Esa transformación es, quizá, el objetivo último de la «fantasía» que un día vivieron. Canalizaron su decepción con el fenómeno en esa dirección. Y puestos a pensar, ¿era esa la intención de los mensajeros de la decepción?
Fuente: Akasico